miércoles, 14 de noviembre de 2012


Tormenta de Ideas


Una vez iniciado el proceso de cambio en mi cabeza, teniendo claro el rumbo a seguir, había que ponerse manos a la obra.

Los pasos a seguir eran los siguientes:

-Comunicar a mi jefe que me iba y el porqué.
-Avisar a mis caseros que dejaba el piso y organizar todo lo que hay dentro, incluida yo.
-Pensar el proyecto a presentar al gobierno zimbabwés para pedir el permiso de residencia, tormenta de ideas mediante.
-E izar velas y esperar una buena brisa que me dé el empujoncito de partida...

He de reconocer que el decírselo a mi jefe me aterraba, por dar el paso, por enfrentarme a su posible "enfado"... porque el hecho de decirlo significaba también soltar amarras y dejarme llevar sin saber muy bien si todo este proyecto va a salir bien...,es como decir "Alea Iacta Est" y no hay vuelta atrás. Ah! no, rica, haberlo pensado antes!!

Pero llegó el día, entré en su despacho, cerré la puerta tras de mí, y su cara reflejó sus pensamientos... "oh, oh....". La verdad que no me puedo quejar, tengo un jefe que no se paga con dinero y tras el shock inicial, empezó a preguntarme mil cosas sobre la aventura, como un niño chico al que le estás contando una historia increíble. Me encanta la gente tan transparente que deja ver tan fácilmente sus emociones. Creo que vi en su mirada mezcla de pena, de orgullo y de admiración. Después de resolver todas sus dudas, de reírnos y decirme que lo estaba abandonando vilmente,... por fin se levantó, me dio un abrazo y me dijo "pedazo de experiencia vital, Nere,... me alegro un montón por ti". Y se me quitaron todos los sustos... Yo desde aquí le digo: Josssito, echaré de menos tener un jefazo como tú, tan cercano, tan comprensivo, tan simpático y sobre todo que hace la vida agradable, en el trabajo y fuera de él, siempre nos sirvieron tus charlas sobre lo divino y lo humano. Eres un tío estupendo! Gracias por todo tu apoyo y por estos tres años. Me llevo un recuerdo maravilloso de esta etapa.

Lo del desalojo es más fácil. Sólo hay que poner el "modo africano", pensar en lo básico y deshacerse de lo supérfluo. Lo malo de todo esto es que no tengo freno. Capaz soy de ir deshaciéndome de tantas cosas que al final me quede con un par de camisetas y unos pantalones cómodos. Ni zapatos me harían falta si no fuese porque me temo un encuentro con alguna culebra africana, Dios lo evite. Es increíble la de cosas que llegas a tener de las que podrías prescindir. Cuando haces una operación de estas te das cuenta de lo poco que necesitas y de repente te sientes levitar, como si hubieses tenido encima de la chepa tu sofá, tu mesa, tu cama y toooooooooooda tu ropa. (Digo lo de la ropa así, porque también me doy cuenta de la cantidad de cosas que vas guardando y que no usas jamás, pensando que algún día lo harás: MENTIRA) Así que he llegado a una solución perfecta: regalar, regalar, regalar...

Y previo a izar velas ni nada parecido, cena con mi amiga Itziar. 

A mí me dijeron que para pedir la residencia en Zimbabwe y que no me den la patada a los tres meses, tenía que presentar un proyecto que supusiese mi sustento allí, porque no iba a vivir del aire, claro, y por el cual me den la residencia para un año como mínimo. Pues bien, necesitaba más de un cerebro para, al menos, compensar mi exceso de optimismo. Y no es que Itziar sea aplastantemente pesimista, ni excesivamente realista. Qué va! Pero algo de sensata tiene. Eso en una tormenta de ideas se agradece. Tienes que buscar a gente que sea imaginativa sobre todo (que lo es), con una pizca de sensatez (que la tiene, sin excederse) y el optimismo suficiente como para que cualquier loca idea, deje de ser tan loca.

Pues bien, sentadas en su cocina, libreta y boli en mano. Patatas fritas, aceitunas, vino, cerveza... y una pizza de hojaldre haciéndose en el horno (no fuésemos a quedarnos con hambre), se gestó una lista de ventipico terribles ideas. Terriblemente buenas algunas, terriblemente descabelladas otras. Estas últimas fueron por supuesto las más divertidas. A última hora llegó César, el marido de Itzi, que aportó más incongruencia si cabía... que cabía. Como colofón a la velada-tormenta, terminamos viendo fotos de su viaje por África, contándome las anécdotas más rocambolescas...

Gracias a aquella cena, con esos dos seres adorables, que tuvieron a bien ayudarme a encontrar algo factible que hacer para ganarme mi pan de cada día, aquí me hallo ya con todo el proyecto en marcha y con las ideas más claras. África me espera.